domingo, 26 de abril de 2015

Acentuación

Segunda actividad de la semana
Esta semana estaremos hablando acerca de la acentuación de las palabras. Para conocer un poco del tema les invito a realizar lo siguiente:
Leer lo que dice en la imagen y escribir una oración utilizando cada monosílabo. En total serían trece oraciones
Ejemplo:
1. Todos esperaban  una respuesta, pero él no dijo nada. (pronombre)
2. El día amaneció nublado.  (artículo)

Hoy vamos a escribir poesía

Primera actividad de la semana
Estos son poemas de una escritora joven llamada Elvira  Sastre que comenzó a escribir cuando tenía doce años. La actividad consiste en escribir qué escribirías en el día trece y cuál es el día que más ha llamado tu atención. 
 


 
 


lunes, 20 de abril de 2015

Esta semana estaremos celebrando El Día del Idioma Español, por lo que la actividad consistirá en conocer que piensan los extranjeros al aprender español.
Deberán   responder las preguntas después de haber visto el vídeo.
¿Por qué es tan difícil aprender el español,según los autores de la canción?
¿Qué aprendió por medio de la canción?¿Qué le pareció interesante?

lunes, 13 de abril de 2015


Bienvenidos a esta nueva aventura (un nuevo parcial)

La actividad de la semana consiste en leer el ensayo que presento a continuación y responder por lo menos dos de las siguientes preguntas.

¿Cuál es la tesis o la idea central del ensayo?

¿Cuáles son los argumentos que sustentan la tesis o idea principal del texto?

¿Qué quiere decir el autor con la siguiente expresión “simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros”?

¿Qué dato interesante presenta el autor en el texto?

¿Qué características posee el texto para ser considerado el ensayo?

Las ideas en un ensayo deben de tratar de persuadir o convencer al lector ¿Cuáles de las ideas presentadas en el texto buscan ese propósito?

¿Qué piensas de lo propuesto por el autor en el texto? ¿Estás de acuerdo? ¿En qué cosas sí y en qué cosas no y por qué?
 
Botella al mar para el dios de las palabras
[Discurso ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española -Texto completo.]

Gabriel García Márquez
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
 

¿Cómo explicaría el nombre del ensayo?